Transición

6 Paracaidístas aterrizaron acá

Las cosas a mi alrededor, no me definen.
(me repito a mi misma...)
Pero estas raíces se ensanchan bajo mis pies
y mi andar se vuelve pesado y sin rumbo.
Mi cuerpo se encoje viendo los años retroceder.
Con ojos de niña veo cada pared escrita
y me aferro a cada puerta... cada ventana.
Un sinsabor de claustrofobia me inunda.
Esta casa me vio caer para volverme
a levantar una y otra vez.
Desearía ser más libre y dejar que las estrellas
velen por mi, pero la sensación de pertenencia
se escapa de mis manos en habitaciones extrañas.
Las cosas a mi alrededor, no me definen...



Este es mi momento

ahora aquí

adiós ayer...

José Padilla

Cloudy shapes fill the sky...

7 Paracaidístas aterrizaron acá


Simple e incomprensible a la vez.
Aún se encuentra anonadada,
cada vez que el cielo se estrella.
Y la luna se mece, observa.


Esa niña busca en cada noche,
aquel cuerpo celeste suyo.
Se siente menos pequeña
inmersa en un mundo algo gigante.


El tiempo a veces engaña
y se detiene...
El sol no deja de calentar,
los días parecen seguir igual.


Pero es cuando la brisa cambia
el clima se invierte.
Espuma de nubes invade el cielo,
prometen regar con sueños el suelo.


Simple e incomprensible a la vez
es sentir y admirar cada cambio.
Los miedos no se desprenden fácil,
pero caminar cambiando... ilumina cada paso.

Golpe en la cabeza...

14 Paracaidístas aterrizaron acá






Un golpe en la cabeza puede traer más que un simple moretón. Es un momentáneo giro de perspectiva que mezclado con dolor, confusión y mareos, me detiene en tiempo y espacio obligando a replantearme la silueta que mi sombra desparrama en el piso.
¿Por qué le cuesta tanto dejarse llevar por las estaciones? Insiste en tener una preferida sin poder saborear los distintos matices que logra con cada rayo de sol.

Con los pies fríos salgo a buscar sonrisas de rostros amigos en casas ajenas, tan pronto como ríos salados inundan las teclas de este piano. Con las suelas gastadas vuelvo a casa para esconderme en las grietas de las mismas paredes ajadas, justo debajo de un reloj de manecillas congeladas.

No falta mucho para que el techo se venga abajo... Hasta entonces, desde mi galería, seguirán en su lugar las estrellas expectantes.