Sol de otoño

20 Paracaidístas aterrizaron acá



Cuántas situaciones únicas en el tiempo se te vienen a la mente,
con solo recorrer con la mirada toda aquella materia que nos rodea?
Es un instante... Sentarme en la galería a contemplar la plaza.
Escuchar a otros vivir sus vidas, sin percatarse de que
están siendo observados atentamente.
Percibo un equilibrio exagerado. El sol entibia mi piel,
y la brisa de otoño empuja a mareadas hojas secas por mi calle.

Pero... Todo aquello que en su simpleza parecía interesar,
se disuelve. De mis ojos se apoderan incontables historias,
con solo situar la mirada en un punto.
Ese banco al otro lado de mi plaza, me cuenta la primera vez
que viniste. Dijimos ser amigos, la situación no daba para más.
Tu corazón apuntaba en direcciones dobles.

Se mecen enredadas por la brisa tres hamacas, y viniste de nuevo.
Decías poder ver claro esta vez, me tomaste por sorpresa.
Una dulce incomodidad se adueñaba del momento.
Y no pude con mi genio, caminé hasta el banco en frente de mi casa,
y me seguiste. Eternos los minutos que a mi corazón hacían vacilar.
El miedo se metía por cuanta fisura en la ropa encontraba.
Llegó el momento impensado, la sensación más dulce
que he probado. No alcanzaría esbozar metáfora alguna.
Decías no poder llegar a soltarme nunca. Pero somos débiles,
y “nunca” es una promesa que se perdió entre líneas.

Y con el tiempo, el mismo banco albergó peleas, discusiones,
rizas y lágrimas. En las rejas de mi casa veo que dejamos
besos olvidados, se aburren y se enciman unos a otros.
Acompañan a la enredadera de jazmines que crocante
espera el invierno. Mi galería se pregunta, si esta noche
quizás vuelvas a ver estrellas fugaces conmigo.
El reflejo en mi ventana busca al tuyo, ese que incansable
gustaba tanto de contemplar las sierras.

Y mi mirada termina contra la pared sin poderse despegar.
Como cuando con respiración agitada te iba a dejar ir,
me sostuviste contra la misma diciendo “no llores”.
Cómo evitar contenerse? Si se siente al corazón marcharse con vos,
dejando atrás a su dueña. Me dejaste ese beso,
con un sabor mentiroso que dice no ser el último.
Y mientras contaba tus pasos... te fuiste.

Y dijimos ser amigos, la situación no daba para más.
Tu corazón apunta en direcciones dobles.
Con inocencia desconozco el por qué, me encuentro varada
en medio de la nada. Ese sentimiento zarpó,
pero no consiguió llegar a destino.


Cuántos náufragos habitan el mar?
Más de uno espera ser rescatado,
pero en cuanto lo descubren,
se sumerge y se mezcla con las olas.
Teme ser visto otra vez.
Prefiere el arrullo melancólico
que la marea le canta al cuarto de luna.

Recuerdos gastados

17 Paracaidístas aterrizaron acá



Retumban una y otra vez en su mente...

Teme que la rutina al aquietarse, en sus rincones
resuene el eco una vez más, de aquellos insistentes trenes.
Destino... al pasado, solo voleto de ida.
Y apura al tiempo en vano, las agujas del reloj vuelven
una y otra vez al punto de partida.
Se sienta esperando, como un reflejo que no encuentra
a su par expectante del otro lado.

Esta caja de música no ve más allá,
solo sabe repetir una melodía sin fin... Sin fin?
No es posible... se dice a si misma.
Todo lo que empieza debe terminar.
Incluso aquello que la memoria insiste en guardar de por vida.
Da un vistaso cada día, se sumerge en mares de tristeza
y la invaden olas de alegría.